El urbanismo o la sociología anglosajona ha dado en definir con el acrónimo NIMBY (Not In My Back Yard, algo así como ‘no en mi jardín trasero’ o ‘no en el patio de mi casa’) aquellos movimientos reactivos vecinales que se oponen a determinados proyectos, infraestructuras o dotaciones por las molestias que su instalación les pudiera ocasionar particularmente frente a su casa y sostienen que, en todo caso, se hagan en otro sitio, lejos de su entorno. Lo que en castellano se ha traducido como el movimiento SPAN (‘Sí, Pero Aquí No’).
Un fenómeno similar parece haberse desencadenado alrededor de la construcción del nuevo Instituto de Secundaria y Bachiller del Valle de Egüés, ubicado en la calle Elizmendi de Sarriguren, a raíz de la oposición de un grupo del vecindario. Pero, a pesar de la connotación peyorativa que suele conllevar el término nimby, yo quisiera, en cambio, darle en este artículo una visión positiva en lo que respecta a nuestro municipio.
Los movimientos que surgen en comunidades locales -aunque sea a partir de la oposición a un proyecto de interés público- pueden convertirse también en una oportunidad para estimular la participación vecinal en el planeamiento de su inmediato entorno urbano. Es decir, que las vecinas y vecinos -con otra forma más abierta y participativa de entender la relación gobierno-ciudadanía- puedan salir de las paredes de su vivienda dormitorio e involucrarse en el diseño de su entorno de convivencia o de su ciudad, desde el punto de vista urbanístico o social. Bienvenido sea. Pero siempre, lógicamente, transcendiendo a los intereses particulares y desde el interés común del municipio.
En el caso que nos trae, la construcción del instituto -una necesidad básica y urgente para un municipio joven como el nuestro- en las parcelas disponibles de uso polivalente que había en la calle Elizmendi no conllevaba modificación urbanística alguna en el planeamiento -al menos en su primera fase- y, por tanto, no era preceptivo el proceso administrativo de participación ciudadana. No obstante, el Ayuntamiento -con la vocación, como digo, de convertir los nimby en una oportunidad de participación ciudadana- abrió esta vía de facto ante la demanda de un grupo del vecindario y, de hecho, este colectivo no sólo ha comparecido en varias ocasiones ante la correspondiente comisión municipal, sino que yo mismo como alcalde, junto con otros miembros del equipo de gobierno, nos hemos reunido con ellos cara a cara otras tantas veces para estudiar todas y cada una de las alternativas que nos esbozaron. No era fácil ubicar los 15.000 metros cuadrados que requería el nuevo instituto y es verdad que las alternativas -que no eran sino meros emplazamientos sugeridos- no estaban urbanísticamente desarrolladas ni concretadas, aunque el Ayuntamiento sí estudió y valoró todas las opciones.
Pero que los árboles no nos impidan ahora mirar al bosque. Y lo importante, mirando ya al futuro y una vez que el Contencioso-Administrativo ha zanjado dudas legales, son dos cuestiones de fondo a las que tenemos que dar respuesta: que el instituto va a ser una realidad ya en el inicio del próximo curso en septiembre, lo que supone una respuesta al centenar de estudiantes que podrán empezar a cursar 1º de la ESO en su propio valle y otros tantos de 2º que tendrán la opción de trasladarse desde Mendillorri. Esto impedirá el éxodo de nuestros chavales y chavales y conllevará también un hito en la vida urbana del valle. Aprovechemos esta oportunidad.
Y la segunda cuestión: que el instituto, estoy convencido, está en la mejor ubicación posible desde el punto de vista urbanístico. Porque responde a los criterios de urbanismo sostenible introducidos en el Plan Municipal del Valle de Egüés, que fomenta de una manera expresa que los usos residenciales, dotacionales, terciarios o económicos estén integrados de una manera equilibrada y cohesionada en la trama urbana, sin dejar islas con excesivas concentraciones de uso, como podía darse en el corredor de la Ciudad Deportiva y los colegios. Porque contribuye a dinamizar y revitalizar el tejido urbano en el límite sur de Sarriguren marcado por la calle Elizmendi, una zona sombría que ahora es únicamente residencial. Y porque descentraliza las dotaciones en Sarriguren. Aprovechemos también las oportunidades urbanísticas que nos ofrece esta dotación.
Y en estas dos cuestiones quisiera hacer un especial emplazamiento a los vecinos y vecinas de la calle Elizmendi, al pequeño comercio, al tejido asociativo local o al resto de los grupos municipales del Valle de Egüés para que, ahora ya mirando al futuro, sigamos hablando y sigamos juntos haciendo ciudad.
Hablemos sobre los ajustes que requerirán los accesos al instituto, entendiendo siempre que la movilidad debe adaptarse a los fines del urbanismo y no a la inversa. Nuestra propia policía local ha previsto que el 95% de los accesos al instituto -básicamente, estudiantes del valle- se realizará a pie o en transporte sostenible y, una vez finalizada la segunda fase del instituto, el tráfico se concentrará alrededor de la Avenida de España, pero veamos, efectivamente, los ajustes de movilidad que haya que incorporar en el futuro. Hablemos sobre la dinamización urbana de la calle Elizmendi y sobre la posibilidad de reordenar un nuevo y sugerente espacio público alrededor de la regata de Karrobide. Hablemos, en definitiva, de seguir desarrollando el modelo de ciudad sostenible, compacta, activa y socialmente cohesionada que ha convertido al Valle de Egüés en una referencia en urbanismo, como lo acreditó la prestigiosa Fundación Metrópoli. Convirtamos, finalmente, el nimby de Sarriguren en una oportunidad. La mano del Ayuntamiento está tendida.
Alfonso Etxeberria Goñi. Alcalde del Valle de Egüés-Eguesibarko alkatea (Geroa Bai)